Estrés, ansiedad y angustia son palabras que, en ocasiones, se usan indistintamente, y las fronteras entre ellas pueden resultar bastante confusas. ¿Tengo ansiedad o estrés? ¿debería consultar a mi psicólogo por este estrés? ¿sufro de angustia o de ansiedad?
Aclaremos la terminología. El estrés es el agotamiento que nos produce una sobrecarga, como puede ser una jornada laboral demasiado intensa, la preparación de una oposición o el ajetreo e hiperactividad de la ciudad moderna. Cuando desaparece la sobrecarga, desaparece el estrés. El empresario con la agenda repleta, que corre de oficina en oficina cerrando contratos, que apenas duerme y sufre de dolores de cabeza, sufre de estrés. Tras unas buenas vacaciones, buena parte del malestar debería desaparecer. ¿No debo preocuparme por el estrés entonces? No es tan sencillo. Quizá sientes que el estrés lleva las riendas de tu vida, o te sientes siempre atrapado en circunstancias agotadoras. En esos casos, el psicólogo puede ser de mucha ayuda. Te puede ayudar a relacionarte de una manera más sana con el sobreesfuerzo, y enseñarte nuevas estrategias para lidiar con el estrés.
La ansiedad, como exploramos en el anterior artículo, no es estrés. No se debe a una sobrecarga, ni desaparece al descansar o en vacaciones fácilmente. Quizá, incluso aumenta. En muchas ocasiones la ansiedad es sana, y no hay razón alguna para una intervención: un nuevo trabajo, una mudanza, o el comienzo de una relación romántica, suelen producir ansiedad como parte de nuestra experiencia vital. Ante pérdidas y duelos, la ansiedad es también parte del proceso normal de curación. Pero si la ansiedad es demasiado intensa, o se extiende por largo tiempo, o paraliza y constriñe nuestra vida, es importante acudir a un profesional.
La angustia, también denominada ataque de pánico, es el pico máximo de la ansiedad. El corazón palpita, las manos sudan, algo terrible (y quizá desconocido) parece inminente, y la vida se ve como algo terriblemente amenazante. Por suerte, y como nos adelanta la palabra “ataque”, el pico de angustia desciende tras unos minutos, dejándonos confusos y, en ocasiones, todavía asustados. En esa situación, es importante consultar a un profesional. Los ataques de pánico son muy desagradables, y mal afrontados tienden a extenderse. Si ves que su frecuencia aumenta, o que ocurren (o temes que ocurran) en más situaciones, consulta a tu psicólogo.