Un menor (o adulto) presenta altas capacidades intelectuales (o superdotación) cuando su cociente intelectual (CI) se encuentra muy por encima de la media poblacional. Más específicamente, un superdotado es aquel que posee un CI igual o mayor de 130 y, por tanto, supera al 98% de la población.
¿Qué es el CI? El cociente intelectual (CI) es el resultado obtenido en un test de inteligencia supervisado por un psicólogo. Con frecuencia se utiliza la escala de Wechsler (WAIS o WISC), que evalúa la velocidad y profundidad de las habilidades verbales y no verbales de la persona. Es importante no igualar CI con inteligencia. La capacidad intelectual de una persona no se puede reducir a su resultado en una prueba estructurada, y también incluye (entre otras cosas) su inteligencia emocional, su voluntad y su curiosidad. A pesar de ello, la investigación científica muestra claramente que los menores con altas capacidades intelectuales presentan una serie tanto de ventajas como de riesgos.
Respecto a las ventajas, las personas superdotadas tienden a poseer una mayor velocidad de pensamiento, una mejor capacidad de memoria, y un uso del lenguaje más profundo. Esto implica un claro potencial tanto para los estudios como para cualquier profesión intelectual. Los niños y niñas con altas capacidades suelen destacar frente a sus iguales por su creatividad explosiva, su rico vocabulario y sus conocimientos, y es habitual que necesiten constante estimulación a través de libros, conversaciones, películas, idiomas o actividades para saciar su curiosidad inagotable. A pesar de ello, es completamente erróneo igualar la figura del menor superdotado con la del “mejor estudiante”, y esto nos lleva a los riesgos de la superdotación.
Respecto a los riesgos, los menores superdotados suelen ser inquietos y sensibles, y tienden a aburrirse y frustrarse en un sistema educativo no diseñado para ellos. Como consecuencia, y por desgracia, el abandono escolar entre ellos es frecuente. Su sensibilidad extrema puede llegar a desbordarse, haciendo que se sientan inundados de emociones que no pueden comprender. Sus intereses e inquietudes pueden hacer que se sientan aislados de otros compañeros. Además, su rápido crecimiento intelectual puede hacer que estén en disincronía con su crecimiento emocional y físico. Es importante recordar que, por muy inteligente que sea un menor, es primero (y antes que cualquier otra cosa) un niño o niña, con sus necesidades emocionales, sus dudas y sus miedos. Todos somos iguales, independientemente de nuestros talentos.
¿Qué necesidades especiales tienen los menores superdotados? En la mayoría de casos, los menores con altas capacidades crecerán sanos y equilibrados con la ayuda de unos padres cariñosos y de la adecuada estimulación intelectual. Los padres deben ser el ancla emocional que les proporcione amor incondicional y seguridad, y la estimulación intelectual (literatura, música, idiomas, arte, conversaciones) el alimento que les permita saciar su curiosidad. En ocasiones, sin embargo, el equilibrio se rompe por diversas causas (sociales, escolares, familiares, personales) y el menor sufre de dificultades emocionales: depresión, ansiedad o hiperactividad. En estos casos es importante consultar a un psicólogo. Una atención especializada ayudará a proporcionar a su hijo, o hija, el fundamento para asegurar un desarrollo armonioso, potenciando sus fortalezas y compensando sus puntos débiles.
Acabamos este artículo con la reflexión que un gran psiquiatra, Carl Gustav Jung, nos dejó escrita en 1949:
“Los superdotados son el fruto más hermoso del árbol de la humanidad, pero también son los que corren más peligro. Pues cuelgan de las ramas más frágiles que, con frecuencia, se rompen"